miércoles, 20 de agosto de 2025

Inteligencia Artificial y Automatización: transformando las empresas

Este artículo resume y amplía los ejes de mi presentación en el webinar “Promoviendo la Profesionalización Digital”, organizado por la Cámara de la Economía Digital del Uruguay (CEDU). La idea fue compartir la evidencia recogida en investigaciones académicas, reflexionar sobre sus implicancias prácticas y discutir, en conjunto, cómo estas transformaciones inciden en la economía digital de Uruguay.


La automatización de procesos es una tendencia estudiada desde hace más de una década: ¿qué tareas humanas pueden ser reemplazadas por máquinas y algoritmos? Investigaciones como las de la OCDE o las de Frey y Osborne muestran que no todas las tareas son igualmente vulnerables.

Al discutir el futuro del trabajo, es común escuchar predicciones apocalípticas sobre puestos que desaparecerán. Sin embargo, la evidencia académica sugiere que el debate debe moverse del nivel de “puestos de trabajo” al nivel de tareas. No se trata tanto de que desaparezcan empleos o profesiones completas, sino de que ciertas tareas se automatizan, otras se transforman y muchas permanecen esencialmente humanas.

Un marco de análisis interesante (Latham & Humberd, 2018) clasifica las tareas en cuatro categorías:

  • Desplazadas: cuando la máquina asume completamente la actividad.
  • Interrumpidas: cuando la tarea se reduce o se suspende temporalmente.
  • Deconstruidas: cuando se fragmenta en partes que se redistribuyen entre personas y algoritmos.
  • Duraderas: aquellas que siguen siendo humanas por su componente de creatividad, juicio o interacción social.

Este enfoque permite un análisis más fino de cómo la IA impacta en el mundo laboral.

La adopción de estas tecnologías no está exenta de desafíos. Entre los principales se destacan la opacidad algorítmica —muchos modelos funcionan como “cajas negras” difíciles de explicar— y los sesgos en los datos, que tienden a reproducir inequidades. A esto se suma el impacto en derechos y roles, ya que los trabajadores desplazados no siempre cuentan con redes de contención que faciliten su adaptación.

Frente a estos riesgos, distintos autores han planteado que el verdadero valor de la IA no está en reemplazar a las personas, sino en potenciar sus capacidades. David Autor sugiere que la tecnología debe complementar el juicio humano. David Alayón recuerda que puede liberar tiempo para la creatividad, la empatía y la estrategia. Y Daron Acemoglu insiste en que la IA no solo aumenta la productividad del trabajador, sino que también puede generar nuevas tareas y empleos que antes no existían.

El mensaje final de la presentación fue que la IA puede multiplicar la capacidad de los equipos, la velocidad de las tareas y la calidad de las entregas. La clave está en cómo la implementamos: no como un sustituto, sino como un socio tecnológico que amplifica el talento humano.

La economía digital en Uruguay tiene ante sí una gran oportunidad. La IA y la automatización no deben pensarse como amenazas inevitables, sino como herramientas que, si se diseñan e implementan con criterio ético y visión organizacional, pueden fortalecer la competitividad de las empresas y abrir espacios de trabajo más ricos en creatividad, juicio y relación humana.

En el contexto uruguayo —con talento calificado, un ecosistema digital dinámico y una cultura de adopción pragmática— tenemos la oportunidad de construir organizaciones más rápidas, precisas y humanas. Identificar tareas, rediseñar procesos, medir impactos y fortalecer equipos son los pasos que transforman las promesas de la IA en resultados tangibles para las organizaciones.

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jueves, 7 de agosto de 2025

Inteligencia Artificial sin miedo: cómo entenderla, usarla y cuestionarla

En una entrevista conducida por Cacho Mariño en El lugar 99.1 FM de San José, abordamos los desafíos y oportunidades que plantea la inteligencia artificial (IA) desde una mirada accesible y crítica. Más allá de los aspectos técnicos, lo esencial es comprender cómo estas herramientas están impactando en la vida cotidiana, en las organizaciones y en la práctica profesional. Aunque la IA no es una novedad —su desarrollo lleva décadas—, ha ganado visibilidad en los últimos años gracias a tecnologías como ChatGPT. Su funcionamiento se basa en el reconocimiento de patrones a partir de grandes volúmenes de datos, de forma similar a como aprenden los seres humanos. Esto conlleva tanto beneficios como riesgos, entre ellos la reproducción de sesgos presentes en los datos con los que fue entrenada.

Es fundamental adoptar una actitud de aprendizaje constante y de cuestionamiento activo ante estas herramientas, no solo para prevenir errores, sino también para promover un uso ético y responsable. En cuanto a su impacto en el empleo —especialmente en tareas repetitivas o de bajo valor agregado—, urge que las políticas públicas incorporen estos temas en el debate sobre el futuro del trabajo y la sostenibilidad de los sistemas de protección social. Nadie debería quedar al margen de esta transformación tecnológica. Si se gestiona con inteligencia y sensibilidad, la IA podría ayudarnos a liberar tiempo para lo verdaderamente valioso: disfrutar más de la vida, y no quedar atrapados en nuevas formas de desigualdad o control.

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