Escribo estas líneas aprovechando la invitación que me realizaron desde la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) para participar como conferencista en un congreso de la profesión contable. Lima es una ciudad vibrante, con una mezcla única de historia, hospitalidad y una oferta gastronómica irresistible. Pero más allá del evento académico en sí, lo que realmente nutre estas experiencias es el intercambio humano: las conversaciones con colegas, las miradas compartidas sobre los desafíos de nuestra profesión y el entusiasmo por construir futuro.
En los últimos años, vivimos una aceleración tecnológica sin precedentes. La inteligencia artificial (IA), la automatización y los modelos avanzados de procesamiento de datos dejaron de ser tendencias para convertirse en parte del día a día profesional. En este contexto, la contabilidad —tradicionalmente asociada a procesos transaccionales y normativos— enfrenta un punto de inflexión.
Durante el Fórum NIIF Lima 2025, tuve la oportunidad de reflexionar sobre estos desafíos en la conferencia “La contabilidad estratégica en tiempos de automatización e inteligencia artificial”. La premisa central fue simple pero provocadora: no estamos ante el fin del trabajo contable, sino ante la reconfiguración de su sentido y su aporte estratégico.
Cuando la tecnología automatiza tareas, cambia la naturaleza del trabajo.
Investigaciones clásicas en economía del trabajo ya anticipaban que no era el empleo en sí el que iba a desaparecer, sino las tareas que lo componen (Acemoglu & Autor, 2011; Arntz et al., 2016). Estudios posteriores afinaron la discusión al analizar la probabilidad de automatización según la estructura ocupacional (Frey & Osborne, 2017) y la distribución de habilidades en los mercados laborales (Górka et al., 2017).
En contabilidad, esto es visible: tareas repetitivas y basadas en reglas —registro contable, conciliaciones, controles básicos, revisión documental estándar— ya pueden ser realizadas por sistemas inteligentes. Pero no todo el trabajo contable es susceptible de automatización. Lo que está en juego es la redistribución del tiempo profesional: menos carga operativa, mayor foco en análisis, interpretación, comunicación y toma de decisiones.
Para pensar la transformación digital de la profesión, utilizo el marco conceptual propuesto por Latham & Humberd (2018), quienes clasifican los cambios laborales en cuatro categorías:
- Desplazados: procesos antes humanos que ahora son totalmente automatizados.
- Interrumpidos: tareas automatizables solo parcialmente, que requieren supervisión o intervención.
- Deconstruidos: funciones desagregadas en microtareas, algunas automatizables y otras no.
- Duraderos: actividades donde la intervención humana sigue siendo central, especialmente en entornos de incertidumbre, juicio profesional y ética.
Aplicado a la contabilidad, permite pasar del debate generalista (¿la IA eliminará contadores?) a un análisis granular: ¿qué parte de nuestro trabajo aporta valor humano irremplazable y cuál necesitamos rediseñar?
Del “hacer” al “preguntar”: nueva agenda de valor.
Si el profesional contable deja de ser “quien procesa” para convertirse en “quien interpreta y explica”, entonces la pregunta clave es: ¿estamos preparados para asumir ese rol?
La IA puede multiplicar capacidad, velocidad y calidad, pero sólo si la acompañamos con dominio conceptual y técnico, pensamiento crítico, habilidades comunicacionales, criterio ético y comprensión del negocio.
En otras palabras, no alcanza con saber usar herramientas: necesitamos redefinir nuestras competencias y fortalecer nuestra identidad profesional.
Así como la automatización exige nuevas habilidades, también libera tiempo y energía para que contadores y contadoras se enfoquen en su rol estratégico: contribuir activamente a la creación de valor organizacional.
Esto implica repensar los planes de estudio universitarios y la formación continua, profundizar el vínculo entre contabilidad, datos y estrategia, incorporar capacidades tecnológicas sin perder el foco en el juicio profesional y entender la ética como un activo, no como un apéndice regulatorio.
No se trata de “sobrevivir” a la IA, sino de co-evolucionar con ella.
La discusión sobre el futuro del trabajo contable no es tecnológica, sino estratégica. La automatización no reemplaza a la profesión; la obliga a elevarse. Nos invita —y en cierto modo nos exige— pasar del procesamiento al pensamiento, de la tarea al propósito. Como decía un colega argentino: "dejar de lado lo operativo te hace mas pensativo".
En el Fórum NIIF Lima 2025 intenté dejarlo claro: el desafío no es que la IA haga más, sino que nosotros hagamos mejor. Y eso requiere hacernos, hoy, las preguntas correctas.
Las y los profesionales contables tenemos tarea.
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