martes, 29 de abril de 2025

Saber, Saber Hacer, Resolver Problemas, Hacer Preguntas

Cuando inicié mi vida profesional, me contrataron como analista funcional para un proyecto de implementación del sistema SAP ERP en una importante empresa uruguaya. No sabía nada de los procesos específicos de esa empresa, ni tampoco era consultor SAP. Tenía poca experiencia previa, y sin embargo, debía actuar como puente entre el equipo de consultores del proveedor de software y los futuros usuarios internos del sistema. Lo único claro era que trabajaría en procesos relacionados con finanzas, y que mi formación de grado era de contador público.

En ese contexto tan desafiante, le pregunté al gerente por qué me había contratado. Su respuesta fue breve, pero dejó una huella profunda en mí:

"Vos fuiste formado para resolver problemas, y en este proyecto vamos a tener muchos problemas."

Con los años, y después de más de dos décadas trabajando en consultoría en sistemas de información, esa frase se volvió cada vez más clara. Resolver problemas ha sido siempre el núcleo de mi rol: entender necesidades, identificar alternativas, dialogar con los distintos actores involucrados y ayudar a las organizaciones a tomar mejores decisiones.

Las profesiones han ido evolucionando. En un primer momento, se valoraba el conocimiento teórico: saber. Luego, fue fundamental poder aplicar ese conocimiento: saber hacer. Pero con el tiempo, quedó claro que lo esencial era algo más: tener la capacidad de resolver problemas.

Hoy, en un mundo atravesado por la inteligencia artificial, esa evolución da un paso más. Porque cuando las máquinas pueden procesar información más rápido que nosotros, automatizar tareas complejas y hasta generar soluciones posibles, el diferencial humano se traslada hacia otro lugar: la capacidad de formular las preguntas correctas en el momento correcto.

Preguntar bien no es un detalle menor. Es una habilidad crítica. Implica observar el entorno, comprender el contexto, empatizar con los demás y conectar ideas que a simple vista parecen aisladas. Implica cuestionar supuestos, abrir posibilidades y, sobre todo, no conformarse con la primera respuesta.

En este nuevo escenario profesional, no alcanza con saber mucho ni con hacer bien las cosas. Lo que importa es cómo pensamos, cómo colaboramos y cómo enfrentamos lo incierto. Preguntando también desde una mirada ética. Resolver problemas ya no será solamente encontrar respuestas, sino también tener la capacidad —y la valentía— de hacer las preguntas que realmente importan.

Y quizás, como me pasó a mí al comienzo, haya muchos profesionales que arranquen su camino sin tener toda la experiencia o el conocimiento técnico, pero con una gran disposición a escuchar, aprender y cuestionar. Porque al final, eso es lo que define a los verdaderos profesionales del futuro: los que, más allá de cualquier herramienta, siguen sabiendo cómo hacer las preguntas clave.

[Imagen generada por GPT-4o]

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martes, 22 de abril de 2025

Piriapolis y Punta del Este en 1 día

Hace un tiempo compartia aquí un artículo con recomendaciones para conocer Montevideo en 1 día, pensando en personas extranjeras que vienen por trabajo, o están de paso, y quieren tener una primera aproximación a la ciudad.

Ahora, en esa misma línea, extiendo las recomendaciones hacia el este para poder visitar Piriápolis y Punta del Este en un día, ya que son sólo 150 kilómetros desde Montevideo y en
un recorrido en auto pueden combinar paisajes increíbles, historia, naturaleza y, por supuesto, ese aire único de la costa uruguaya. 


La jornada puede comenzar en Piriápolis, una ciudad diseñada por Francisco Piria con estilo europeo. 
Pero antes de llegar, si venís desde Montevideo y entrás por Las Flores, podés visitar el Castillo Pittamiglio, un lugar lleno de simbolismos esotéricos y con una arquitectura muy peculiar. Un breve recorrido alcanza para captar su esencia. 

Un paseo rápido en auto por la rambla te permitirá ver algunos íconos de Piriápolis: el Argentino Hotel y el Hotel Piriápolis (hoy colonia escolar) y el Paseo de La Pasiva (ex Hotel de Baños), símbolos del glamour de principios del siglo XX. Ideal para unas fotos y seguir viaje.

Tu primera parada debería ser el Cerro San Antonio, al que se puede subir en auto. Desde arriba vas a tener una vista espectacular de la ciudad y del mar. Hay un pequeño parador donde vale la pena tomarse un cafecito mientras disfrutás de la tranquilidad y las panorámicas.

El Puerto de Piriápolis podría tentarte, pero si tu ruta incluye el de Punta del Este, podés pasar de largo. Aunque si el hambre aprieta, las empanadas de los puestos de pescadores son una excelente excusa para una parada breve.

El siguiente punto del recorrido es la Fuente del Toro, ubicada en la base del cerro. La tradición manda tocar las bolas del toro para atraer la buena suerte. Si bien se puede subir caminando hasta la cima, en una recorrida de un único día en la zona, no tendrás tiempo suficiente.

No muy lejos se encuentra el Castillo de Piria, la antigua residencia del fundador de la ciudad. Es un sitio cargado de historia, y aunque podés hacer la visita completa, si tenés poco tiempo, al menos sacá unas buenas fotos del exterior, que ya de por sí es imponente.

Siguiendo ese camino se llega al Cerro Pan de Azúcar. Te recomiendo subir hasta la cima solo si querés hacer trekking, pero tené en cuenta que al menos un par de horas. Pero en su base hay una Reserva de Fauna Autóctona que vale la pena.

Dejando atrás Piriápolis, el camino hacia Punta del Este se puede visitar el Arboretum Lussich, un paseo gratuito entre árboles exóticos. Y siguiendo por ese camino se puede visitar el establecimiento Lapataia que es famoso por sus panqueques con dulce de leche, un imperdible.

Ya llegando al destino principal, la ruta ofrece una de las vistas más lindas de la costa: Punta Ballena. También podés dejarlo para el regreso ya que ver el atardecer en Casapueblo es mágico, aunque hay que considerar que el acceso no es gratuito.

Una vez en Punta del Este, las playas te reciben. En la Playa Brava no puede faltar la clásica foto con los famosos "Dedos", y si preferís un baño más tranquilo, la Playa Mansa es la opción ideal.

La Avenida Gorlero es la principal calle comercial. Aunque no son muchas cuadras, caminarla suma al espíritu turístico, quizás comprando algún souvenir o simplemente disfrutando del movimiento.

Para sentir que realmente estuviste en Punta del Este, acercate hasta el Faro, en el extremo de la península. Después, un recorrido por el Puerto te permitirá ver lobos marinos muy de cerca, mientras los pescadores limpian su pesca del día.

Una divertida parada es el Puente de La Barra: cruzalo en auto, acelerando un poco para sentir la famosa ondulación. Seguí camino hasta La Barra y Manantiales, zonas con un estilo más relajado y menos urbano, ideales para descansar la vista y el espíritu.

Si tenés ganas de ir un poco más lejos, el Faro de José Ignacio te regala postales de revista. Eso sí, comer allí puede resultar bastante caro. Y si sos de los que aman rutas escénicas, cruzar el Puente Circular de Laguna Garzón es una experiencia única. Luego de hacerlo, conviene volver sobre tus pasos, ya que del otro lado no hay muchos atractivos turísticos inmediatos.

Y si todavía te queda energía, el MACA (Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry) ofrece un parque escultórico gratuito que combina arte y naturaleza en un entorno simplemente maravilloso.

Para los que buscan agregar algo diferente y tienen más tiempo, el desvío hasta Pueblo Edén es una excelente opción: un pequeño rincón rural donde el camino es tan lindo como el destino. Allí podés almorzar en la Posta de Vaimaca (una experiencia gourmet) o en Mis Raíces, con un menú más sencillo y precios más accesibles.

Otra alternativa exclusiva es visitar la Bodega Garzón, donde además de vinos de alta calidad, vas a encontrar una vista impresionante de las sierras. Eso sí, asegurate de reservar y confirmar horarios, y preparate para una experiencia un poco más costosa.

[Aquí un mapa con estos lugares señalados]
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