Ayer recibí la revista Orsai Nº 14, casi al mismo tiempo que se difundía el informe de la CHAI y la Ursec sobre TV digital con la recomendación de Giro en primer lugar.
A modo de editorial Hernán Casciari escribe:
"Hace muchos años en este pueblo había noventa y nueve casas y cada
una tenía un televisor que emitía un solo canal. Las empresas no sabían
qué programas se veían en los hogares, ni en qué horarios poner sus
anuncios. ¿Qué ve la gente? Ni idea. ¿Invertimos en este informativo, en
este show o en esta serie? Ni idea.
Entonces los empresarios
buscaron un sistema de medición: le pidieron a la Compañía de Cloacas
los datos del consumo diario de aguas residuales del pueblo. Si en una
determinada franja horaria la gente meaba menos o cagaba menos, el
programa de la tele había sido interesante. Si la gente no cagaba ni
meaba ni se bañaba, el programa de esa franja era un éxito y las
empresas ofrecían millones para aparecer en él.
Cuando llegó el
segundo canal de televisión al pueblo, esa manera de medir la audiencia
quedó obsoleta. ¿Estaban viendo el canal uno o el canal dos los que ayer
se aguantaron las ganas de ir al baño?
Las empresas dejaron de
revisar las cloacas y pusieron medidores en las antenas, para saber qué
canal miraba cada familia. Esto funcionó muy bien hasta que alguien
construyó la casa número cien, y después la ciento diez, y después la
casa número mil. El costo de poner medidores en cada nueva antena no era
rentable.
Las empresas pensaron de este modo: «Si en quinientas
casas viven quinientas familias pobres, pongamos el medidor en una sola
casa pobre. Si en las otras quinientas casas viven quinientas familias
ricas, pongamos el medidor en la antena de una sola familia rica; en el
fondo, todos tenemos costumbres parecidas».
Hicieron esto y el
truco funcionó durante años, porque la propia televisión le indicaba a
los ricos y a los pobres qué costumbres tener.
Cuando llegó al
pueblo la tecnología personal, los habitantes de las casas empezaron a
grabar sus programas preferidos de televisión para verlos a cualquier
hora; pero las empresas siguieron confiando en la proporción del
encendido.
Cuando llegó al pueblo la tecnología móvil, los
habitantes de las casas empezaron a llevar sus pantallas a cualquier
parte, incluida la calle; pero las empresas siguieron confiando en los
medidores de antena fija.
Cuando llegó al pueblo la tecnología de
red social, los habitantes de las casas empezaron a interesarse más por
sus propias tecnologías personales que por los anuncios de la
televisión.
Entonces las empresas se reunieron, muy preocupadas, y
buscaron un cambio en la estrategia: «Volvamos al sistema antiguo de
medir las cloacas, pero esta vez hagamos públicos los resultados; las
redes sociales conversarán sobre cuánta gente va al baño», dijeron.
Desde
ese día, los presentadores de la televisión empezaron a informar,
minuto a minuto, cuánta gente no cagaba por estar viéndolos a ellos. Y
el pueblo empezó a crear tendencias de conversación en sus redes sobre
el minuto a minuto de sus propias aguas residuales.
Lo que
ocurrió desde ese día fue vertiginoso: se dejó de hablar de deportes o
de política y se empezó a hablar de cuánta gente iba a mear mientras se
emitían los deportes o la política.
Se eliminó el análisis, que ocupa párrafos enteros, y se encumbró a la síntesis, que ocupa ciento cuarenta caracteres.
Y se mantuvo en la sombra a la inteligencia, que es digestiva, para alumbrar al cinismo, que mantiene a la gente constipada.
En
ese pueblo global, infectado por la ansiedad, hacemos una revista Orsai
cada dos meses, sin anuncios, con relatos largos sobre temas que no
están en la agenda de nadie. Ojalá encuentres la serenidad para leernos
en el baño."
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Con Giro soñamos con una televisión diferente, centrada en los televidentes y en quienes de verdad hacen televisión. Sin nadie en el medio. Con la libertad periodística y la profundidad en el análisis que ha demostrado la diaria. Con creatividad, riesgo y espíritu de aventura, respetando a las personas.
Es muy probable que el Poder Ejecutivo asigne a Giro un canal de televisión digital comercial abierta, y podamos soñar juntos en tiempo presente, haciendo realidades, construyendo con esfuerzo, error y aprendizaje. Sin patrimonio suficiente, sin un inversionista que nos diga qué se puede y qué no se puede, sin respaldo político, sin una cuota enorme de mercado. Diferente.
[La revista Orsai está disponible online aquí. Y los informes de la CHAI y Ursec acá]
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